¿Cuándo?
Yo recuerdo cuando escuchar aquello de que “nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde” era tan lejano que no lo podíamos considerar. “Valora lo que tienes” nos dijeron, pero continuábamos con nuestros asuntos sin llegarlo realmente a considerar.
Y hoy nos encontramos solos y aislados, castigados y obligados a reflexionar. Dios nos quitó todo porque nuestros valores ya no servían para nada.
¿Cuándo fue la última vez que te sacaste una foto con tu familia sólo porque sí?
¿Cuándo te atreviste a decir que sí aunque te morías de miedo?
¿Cuándo fue la última vez que te permitiste amar y que te amaran?
¿Cuándo te quedaste al lado de ese amigo durante horas, sentado sin nada que decir, sólo porque sabías que se sentía mal y te necesitaba?
¿Cuándo dejaste a un lado el orgullo sólo por tener compasión y evitarle a alguien un sufrimiento?
¿Cuándo fue la última vez que cerraste los ojos para recibir y disfrutar de un beso de amor verdadero?
¿Cuándo fue la última vez que caminaste descalzo por la orilla del mar y sentiste las caricias de las olas invitándote a sumergirte en él?
¿Cuándo fue la última vez que abrazaste a tu madre y sentiste el latido de su corazón en tu pecho?
¿Cuándo fue la última vez que rezaste en silencio por tus seres queridos sólo por honrar su memoria?
¿Cuándo dijiste te quiero porque lo sentías, pero sin querer decirlo y sin que lo merecieran?
¿Cuándo fue la última vez que perdiste la noción del tiempo jugando con niños y convirtiéndote de nuevo en uno de ellos?
¿Cuándo fue la última vez que tomaste una copa de vino al atardecer brindando por la vida?
¿Cuándo caminaste de la mano con esa persona especial disfrutando en silencio del paisaje, siendo mejorado por su compañía?
¿Cuándo fue la última vez que pediste perdón teniendo la razón o perdonaste aún doliéndote todavía?
¿Cuándo fue la última vez que diste las gracias a Dios por todas las bendiciones que puso en tu camino y que tomaste o no quisiste tomar?
Yo recuerdo cuando éramos unos desconsiderados hacia la vida, viviendo tan rápido que el mundo se tuvo que parar para que reflexionáramos y renaciéramos como seres humildes y amorosos hacia Dios, hacia la vida y hacia todos los demás.
Es tiempo de reflexionar y de sacar lo mejor de nosotros mismos, de vibrar en el amor, de perdonar y de amarnos y valorarnos, a nosotros mismos y a los demás. Es hora de abrir tu corazón, de guardar el orgullo y el rencor, para tender la mano a quién lo necesite.
Agradece por esta oportunidad de cambiar de camino para llegar en conjunto a un destino mejor.
Valora a quien te ama, a quien siempre ha estado y a quien se quiere quedar.
Demuestra tu valor desde la compasión al otro y estarás amando a Dios.
Cumple con Dios ahora, y por favor, cuando acabe todo: haz ese viaje, recibe ese abrazo, tómate ese vino, vete a esa fiesta, da ese beso, disfruta de una deliciosa comida, haz el amor a la persona que amas, siente el calor del sol bronceando tu piel, ríe y haz reír… Lo que sea que te haga feliz, pero ¡hazlo!
Disfruta cuando todo acabe, pero no olvides nunca, que a veces los dichos que parecen lejanos, en ocasiones se cumplen para que compruebes que también son de verdad.
“Nadie sabe lo que tiene hasta que lo pierde”, y nosotros ahora lo tenemos claro después de haberlo perdido todo.