El Dolor que me causó la Tormenta
Puede que tú no tengas la capacidad de ser consciente de lo que significa para mí que me confíes algo tan importante como tus inquietudes, que busques en mí una mano amiga donde apretar la tuya e impulsarte a salir de tanta porquería.
Cada vez que me cuentas por lo que estás pasando y cómo te sientes, no puedo sino comprenderte.
Comprenderte, comprenderte y ¡COMPRENDERTE!
Muchas veces mientras hablamos daría lo que fuera por poder darte un abrazo, por poder sentir tu calor y sostenerte mientras te permites derrumbarte en mí mientras te abrazo. Sé que te sientes segurx conmigo porque sabes que te siento en lo más profundo de mi ser.
Intento por todas las maneras que he aprendido y que mi nivel de consciencia actual me lo permite, apoyarte y apalancarte, y darte toda la formación posible que humildemente te puedo compartir hoy en día en base a mi experiencia personal. Te amo tanto…
Quiero que sepas algo, y es que entiendo como te sientes, cada uno de tus sentimientos, frustraciones y decepciones. He pasado por eso.
Pero de la misma manera que puedo comprenderte y sentirte, también como he estado ahí, sé que no puedo hacer nada para sacarte, sólo puedo animarte para que lo hagas y darte todos los recursos y herramientas que pueda, intentando acertar en lo que considero que es lo correcto para ti según el punto en el que te encuentras ahora.
Sólo puedo estar contigo, a tu lado, para lo que me necesites y cuando me necesites. De la manera que sea, compartiéndote contenidos, compartiendo mi tiempo contigo, abriéndote mi alma y mi corazón para que puedas conectar a través de mí hacia la salida al alivio y consuelo de lo que te sucede.
Sé lo que es romperse. ¡Dios, me he roto tantas veces! No podrías imaginar cuantas veces se ha roto mi corazón, cuantas veces me he experimentado en el más profundo dolor latiendo ansiosamente y retumbando a través del eco que aportó mi soledad.
Cuantas veces intenté escapar y sólo conseguí abrir otra puerta hacia la desesperación y el desconsuelo.
Muchas personas intentaron ayudarme pero pocos me entendían y prácticamente ninguno podía consolarme, pues sin querer me apoyaba en ellos para que me aliviaran, para que me rescataran, para que me sacaran de mí misma, de mi mente, de mis pensamientos del bucle más injusto y terrorífico que yo sola había creado encadenando recuerdos, pensamientos y experiencias que nada bueno me habían aportado.
Mis pensamientos limitantes, mis miedos al rechazo, a la soledad, a la no aceptación, al fracaso y a la humillación se solapaban con infinidad de recuerdos de experiencias pasadas en el mismo tono y vibración que poco a poco fueron tejiendo y dando lugar a un mapa del dolor. Una serie de caminos, de autopistas y de vías que todos ellos solamente acababan en el mismo destino: el dolor del que quería escapar.
Cuantas veces luché, cuantas veces me resistí… Fueron tantas las veces que intenté controlar la situación… Mi mente intentaba trazar una serie de estrategias para salir victoriosa de mí misma, fallando estrepitosamente una y otra vez.
Me costó tiempo, dolor, sufrimiento y caídas entender que jamás podría encontrar una estrategia y una solución que me llevara a escapar de mí misma si siempre me encontraba en el mismo estado y autoconcepto.
¿Cómo rayos pude pasar tantos años de mi vida queriendo que me vinieran a salvar, que apareciera la persona con la que empezar de nuevo y ser feliz, encontrando una vida más amable para mí, si sólo sentía vergüenza de mí misma? ¿Cómo puedo acceder a una mejor vida y a rodearme de personas que me quieran y me valoren si me avergonzaba de mí?
Mi trabajo interior me llevó a la conclusión de que yo no era quien quería ser, estaba a años luz. Era absolutamente incompatible encontrar o manifestar todo lo que quería si me sentía fracasada, inútil, rechazada, ninguneada, fea, vieja, gorda, estúpida, ridícula, patética, irresponsable, insuficiente, ¡Era una calamidad!
Era lo que era y yo lo acepté.
De pequeña muchas personas lo hicieron lo mejor que pudieron, pero dentro de sus consejos e intentos de educarme y salvarme habían muchas afirmaciones y percepciones hacia mi persona basadas en: “eres una calamidad”, “eres un desastre”, “nadie te va a aguantar”, “así nadie te va a querer”, “tú debes buscar una vida segura haciendo esto y lo otro”…
Pasé mi vida intentando encajar y sintiéndome mal porque no podía conseguirlo hasta que descubrí que nunca podré encajar en lo que no soy. Yo sí era suficiente, yo sí era capaz, yo sí podía ser amada y amar, yo sí era responsable, yo sí era buena persona y digna de todo lo bueno que tiene la vida para ofrecerme. Yo sí lo era y ¡YO SÍ LO SOY!
Pero ellos querían que fuera como ellos, que lo hiciera a su manera, que encajara dentro de los roles que ellos consideraban que era social y moralmente aceptados. Esos mismos roles que ni ellos mismos eran capaces de cumplir y de respetar, pero que proyectaban en mí para que de alguna forma yo me convirtiese en ese trofeo que puedes enseñar para demostrar a los demás que si yo soy así y si yo lo hice, fue porque ellos me enseñaron a hacerlo, gracias a ellos yo lo conseguí.
Pero no, con el tiempo aprendí que todo ese dolor y esa frustración fue causada por intentar una y otra vez encajar el mundo de otros, encajar en mundos ajenos y en unas aspiraciones, limitaciones y expectativas que no me corresponden.
Ser e intentar llegar a ser quien no soy es la crónica de una muerte anunciada: La mía.
¿Cuántas veces morí? ¿Cuántas veces lo intenté? ¿Te crees que me llevó a algún lugar? Pues sí, a la más profunda decadencia, vacío y frustración. Me llevó no a ser alguien sino a dejar de ser, a no ser nadie, a ser un fantasma, un ser errante incapaz de mirarse al espejo, incapaz de aceptarse ni valorarse, viviendo en un mundo mental infértil y en un mundo físico de destrucción y desolación.
Hacen falta muchas tormentas para convertirse en un experto marinero.
Hoy renuncio de nuevo a querer ser otra, a querer que me acepten, a querer que me quieran, pues aprendí que nadie me va a salvar, nadie me va a querer ni me van a aceptar sino lo hago yo con y para conmigo primero.
Hoy estoy aquí para decirte que estoy contigo y a tu lado, entiendo tu dolor y aunque no lo puedo hacer ni pasar por ti, estoy dispuesta a tenderte una mano dentro de mis posibilidades para que tú también puedas y salgas de esa horrible tempestad que sé que te tiene atrapadx.
Quiero que sepas que lo estás haciendo bien, que todos tus esfuerzos son vistos y escuchados incluso si en este momento no encuentras consuelo ni respuesta.
No estamos separados y yo te siento. Mis oraciones están contigo. Cada día le pido a Dios, a la Fuente Infinita que me ayude a conectar contigo, a tenderte una mano, que me inspire para poder llegar a ti para darte un poco de luz dentro de esa tan desoladora soledad donde sé que te encuentras ahora.
Te amo tanto como a mí misma pues tú eres parte de mí y si mi vida sigue en marcha todavía, si tiene un sentido que sea intentar que cada día te sientas un poquito mejor.
Me siento feliz y agradecida por tu cariño y por tu confianza y por haber coincidido en este espacio y tiempo contigo, poder aportar un poquito de luz en tu vida es llenar la mía de bendiciones.
Toda tormenta tiene su finalidad.
Estoy contigo. Lo estás haciendo bien.
Te amo.