EL VIAJE DEL PERDÓN

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La persona que te traicionó y se marchó, la persona que te robó y desapareció, la persona que te apuñaló por la espalda y actuó como si nada hubiera pasado: perdónalos. No por ellos, sino por ti mismo; hazlo de verdad, y totalmente por ti mismo. No porque merezcan tu perdón; no porque sean solo humanos. Perdónalos. Así serás libre. Así serás feliz. Así podrás seguir viviendo tu vida.

No será fácil y puede parecer injusto. Puede recorrerte un repentino torrente de ira. Por tu rostro caerán lágrimas de amargura. Deja que afloren estos sentimientos, deja que se manifiesten. Trátalos amablemente, con tu corazón compasivo.

Después de atender a tus lágrimas, pregúntate con amabilidad: ¿quiero seguir alimentando este resentimiento en mi corazón?, ¿quiero vivir siempre sintiéndome una víctima? Cuando te sientas lista, reúne valor y recompón tu actitud. Aunque tu corazón no escuche la decisión de tu mente, muéstrate determinado a perdonar y liberarte de esa atadura emocional.

A continuación, revisa tus sentimientos de ira y amargura. Concédeles pleno permiso para expresarse. ¿Cómo se manifiestan esas emociones en tu cuerpo? ¿Se traducen en músculos tensos, taquicardia, rubor? ¿Aparecen en forma de respiración entrecortada, como una presión en el pecho? Deja que las olas de las sensaciones emerjan y retrocedan. Atiende a las sensaciones que te recorren.

Cuando las olas se calmen un poco, observa atentamente y descubre qué hay debajo. ¿Hay muchas emociones ocultas bajo la ira y la amargura? ¿Descubres miedo, vergüenza, dolor? ¿Hay soledad e inseguridad? En lugar de ahogarte en ellas, obsérvalas.

A medida que tu corazón sea más amable y esté más abierto, dirige tu atención al agresor. ¿Puedes mirar bajo la máscara de esa persona y descubrir lo que se oculta tras esa violencia y falsedad? ¿Puedes sentir tu miedo, inseguridad e indignidad? ¿Puedes sentir soledad o vergüenza bajo la superficie? En lugar de rendirte a ellas, obsérvalas con compasión.

En nuestro interior hay una escarpada montaña de miedo y un profundo río de aflicción. Pero también hay un ojo compasivo que observa tu paisaje interior. Encuentra tu testigo interior, la fuente de libertad y curación.

La roca y el perdón, una fábula budista sobre el perdón

Cuentan que un día Buda estaba sentado en la ladera de una montaña, meditando y contemplando en serenidad el paisaje cuando un primo suyo, Devadatta, que le envidiaba, subió hasta lo más alto de la montaña y lanzó desde allí una enorme roca con la intención de matarle. Sin embargo, Devadatta erró en su intento, y la pesada roca aterrizó con estrépito junto a Buda, interrumpiendo su meditación, pero sin hacerle daño.

Instantes después, el maestro siguió como si nada, sereno y mirando al horizonte.

Días después, Buda se encontró con su primo. Este, avergonzado, le preguntó:

¿no estás enfadado?

No, claro que no contestó él.

¿Por qué no lo estás? ¡Intenté matarte!

Porque ni tú eres ya el mismo que arrojó la roca ni yo soy el mismo que estaba allí sentado.

Moraleja: «Para el que sabe ver, todo es transitorio; para el que sabe amar, todo es perdonable»